Hacia marzo de 1982, el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional había entrado en una etapa de franca decadencia. La primera sucesión presidencial, de Videla a Viola, terminó a fines de 1981 con un aparente episodio cardíaco que le imposibilitaba al Tte. Gral. Roberto Viola continuar al frente del Ejecutivo. Lo cierto es que el entonces Comandante en Jefe del Ejército, Tte. Gral. Leopoldo F. Galtieri, movido por apetencias personales y el guiño de los EE.UU., había presionado a Viola a renunciar a la Presidencia.
Si bien fue el mismo Galtieri el que pasó a la historia como el responsable y gestor de la decisión de recuperar las islas por la fuerza, hay quienes sostienen con sólidos argumentos que fue el Almirante Jorge Anaya, entonces Comandante en Jefe de la Armada, el mentor de la idea; y que tal propósito había actuado como condición para apoyar a Galtieri en la sucesión de Viola.
LOS INICIOS
A las 23.30 hs. del jueves 1° de abril de 1982, alrededor de 60 hombres de la agrupación Buzos Tácticos desembarcaron en Puerto Enriqueta, al sur de la Bahía de la Anunciación. El segundo gran desembarco se concretó a las 3.45 hs. del viernes 2 de abril cerca del faro San Felipe, donde se destruyó una alarma eléctrica conectada con el cuartel inglés.
Cuando las tropas argentinas llegaron al aeropuerto se encontraron con la pista cubierta de vehículos, maderas, hierros y grandes trozos de turba, lo cual fue un indicativo de que se aguardaba de alguna manera una ofensiva militar argentina. Allí, en el aeropuerto, tuvo lugar el primer enfrentamiento armado con un grupo de marines, quienes fueron rápidamente disuadidos. Paralelamente, otro grupo no encontró resistencia al entrar al cuartel de los marines, quedando como último objetivo la casa del gobernador Rex Hunt.
Para esa hora se difundía un mensaje en inglés, por la emisora de la isla, en donde se informaba sobre el desembarco argentino y se solicitaba a la población que permaneciera en sus casas.
Aproximadamente a las 8.45 hs. hubo un fuerte enfrentamiento en la casa del gobernador de las islas, en donde cayó muerto el capitán de corbeta argentino Edgardo Giachino y fueron heridos de gravedad el Tte. de Fragata Diego García Quiroga y el Cabo Segundo Ernesto Urbina. El gobernador Rex Hunt finalmente se rindió, y negoció su entrega entre las 9 y las 11.20 hs.
Una hora antes, la Radio Malvinas ya integraba por primera vez en su historia la cadena de LRA Radio Nacional.
La recuperación de las islas sin provocar bajas para los británicos había sido casi una condición que se habían autoimpuesto los militares argentinos. El no derramamiento de sangre inglesa podría facilitar las negociaciones posteriores.
Comenzaba uno de los más tristes capítulos de la historia argentina.
LOS ERRORES DE LA GUERRA
Políticos: Los militares argentinos no creyeron nunca en la posibilidad de reacción militar de Gran Bretaña. Menos aún que enviara su poderosa flota a las Islas. Para ellos, la presencia argentina en Malvinas serviría como presión para convencer definitivamente a Gran Bretaña de renunciar a sus reclamos por la soberanía de las Malvinas. La guerra como hipótesis no existía.
Por otra parte, no tuvieron en cuenta que la comunidad internacional no iba a permitir nunca que se rompiera o modificara el equilibrio mundial y que una nación subdesarrollada de latinoamérica tuviera la más mínima posibilidad de salir airosa en una provocación de fuerza frente a una nación desarrollada del continente europeo.
Diplomáticos: Los argentinos creían que el Consejo de Seguridad de la ONU, seguramente convocado de urgencia ante la gravedad de los hechos, iba a resolver favorablemente a la posición argentina. Sin embargo, el sábado 3 de abril el Consejo ordenó el inmediato retiro de las tropas argentinas de las islas.
Además, los argentinos imaginaban que los Estados Unidos se mantendrían neutrales, teniendo en cuenta la existencia del T.I.A.R. (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) que, entre otras cosas, obligaba a todos los países de América a asistirse ante la agresión militar de una nación extracontinental. Lo que la diplomacia argentina no tuvo en cuenta fue la existencia de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) del que EE.UU. y Gran Bretaña son parte, además de ser aliados y compartir raíces históricas y culturales.
La Argentina había sido aliada de los EE.UU. en la resistencia a los intentos de imponer en América Latina gobiernos de sesgo izquierdista o pseudo marxista exportadas por el eje soviético. Ese era otro motivo por el cual "los argentinos habían creído que tenían una importancia disparatadamente exagerada para los estados Unidos", según se extrae del libro de memorias de Margaret Tatcher, primera ministra británica durante el confllicto.
Militares: A partir de los errores políticos y diplomáticos que no imaginaron a la guerra como posibilidad, ni siquiera remota, es fácil entender la improvisación militar que sobrevino cuando los hechos se precipitaron de manera inesperada.
A la diferencia natural de equipamiento, número de efectivos y capacitación, se le sumó una falta de conocimiento de las características del terreno, una escasa logística para las distancias e inclemencias del tiempo, y por sobre todo la ausencia de una flota de mar en un teatro de operaciones insular, es decir la falta de un portaaviones que permitiera mayor autonomía a los aviones argentinos. Estos operaban desde el continente y el combustible sólo les permitía efectuar cortos vuelos sobre las islas.
Las islas, rodeadas por la flota inglesa, estaba a merced de los constantes bombardeos de sus aviones. La extensa costa facilitaba el desembarco de tropas y el posterior establecimiento de "cabeza de playa" para consolidarlo.
La mayoría de los efectivos argentinos eran soldados conscriptos, es decir jóvenes no profesionales bajo bandera, como consecuencia de la ley de servicio militar obligatorio impulsada a principios del siglo XX por el Tte. Gral. Pablo Ricchieri. Los conscriptos no eran soldados profesionales, y muchos de ellos eran oriundos de regiones cuyas condiciones climáticas distaban de las de Malvinas. La adaptación al clima fue para ellos una guerra aparte.
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