18 de marzo de 2010

El bien común


El bien común

Sabemos que la existencia humana aislada es inviable, y que por eso existe la sociedad, un conjunto de personas cuya unidad se debe a un fin común: la ayuda mutua. Como todos deben colaborar en ese empeño, tal fin se denomina, desde antiguo, bien común. Ya Platón repetía que no hemos nacido para nosotros únicamente, sino que una parte de lo que somos se la debemos a nuestros padres, y otra a los amigos. De forma parecida, los estoicos recordaban que todo cuanto produce la tierra fue creado para el uso de los hombres, y los hombres para los hombres, de manera que puedan servirse todos entre sí. Surge así el deber de promover la utilidad común con el mutuo intercambio de obligaciones, dando y recibiendo el fruto de nuestro trabajo y de nuestras facultades.

Un elemento básico del bien común es el bienestar material. Por asegurar el alimento, el vestido y la vivienda, los hombres y los pueblos han luchado pacífica o dramáticamente todos los días de su historia, pues el bienestar es para el hombre una exigencia biológica y psicológica: «El camino que llevo es a la ventura», dice uno de los pícaros cervantinos, «y allí le daría fin donde hallase quien me diese lo necesario para pasar esta miserable vida» (Rinconete y Cortadillo). Y Don Quijote aconseja a Sancho que, «para ganar la voluntad del pueblo que gobiernas, entre otras has de hacer dos cosas: la una, ser bien criado con todos, y la otra, procurar la abundancia de los mantenimientos; que no hay cosa que más fatigue el corazón de los pobres que la hambre y la carestía». “Mientras haya miseria, habrá rebelión” decía una pintada anarquista.
Si tuviéramos que definir «bien común», diríamos que es el conjunto de condiciones necesarias para que los hombres, las familias y las instituciones puedan lograr su mayor desarrollo.

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